martes, 31 de julio de 2012

luz para el cotidiano vivir (46)

No  hay nadie que pueda afirmar que su corazón está limpio de pecado.

      Desde el cielo, observa el Señor a la humanidad, para ver si hay alguien con sabiduría, que busque a Dios. Pero todos se han desviado; todos a una se han corrompido. No hay nadie que haga el bien; ¡ni siquiera hay uno solo!-Además, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
      Yo sé que en mí, esto es, en mi naturaleza huamana, no habita el bien; porque el desear el  bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.-Todos nosotros estamos llenos de impureza; todos nuestros actos de justicia son como un trapo lleno de inmundicia. Todos nosotros somos como hojas caídas; ¡nuestras maldades nos arrastran como el viento!
      Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a los creyentes.-Esto quiere decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, sin tomarles en cuenta sus pecados.-Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.

      Proverbios 20.9; Salmo 14.2, 3; Romanos 8.8; 7.18, 19; Isaías 64.6; Gálatas 3.22; 2 Corintios 5.19; 1 Juan 1.8, 9.

Versión: Reina-Valera Contemporánea. 2011




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