Nunca debemos olvidar que: debiéramos ser amables para con todos, tener mucha paciencia, gentileza y mansedumbre, buscar siempre estar en paz con todas las personas, y cumplir así el mandato de no ser contencioso y el de contender ardientemente por la fe.
Nadie que sea un cristiano verdadero, negará la importancia de contender ardientemente por la fe. Esto no será fácil, pero siempre será mandato de Dios.
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