lunes, 13 de junio de 2011

EXALTA AL MAESTRO

Como hombre de una firmeza inalterable, el apóstol Pablo tenía una aspiración fija. La expresó claramente en su Carta a los Filipenses: «Cristo será exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte» (1.20).
Sea lo que fuere que Pablo tuviera que sufrir, cualquier tipo de dificultades que tuviera que soportar, estaba decidido a que su vida fuera un medio de exaltar a Jesús. Y sin echarse atrás, se aferró a esa determinación a través del peligro, el dolor y el encarcelamiento, e incluso estuvo dispuesto a ofrecer su cuerpo como sacrificio.
Algunos de nosotros tal vez no podamos ver cómo Jesús podía ser exaltado en nuestro cuerpo. Tal vez pensemos que eso sólo se puede lograr durante épocas de persecución por nuestra fe. Pero no es así.
Nuestras manos pueden exaltar al Señor cuando escribimos cartas de aliento. Nuestros pies pueden exaltarle cuando hacemos diligencias que ayudan a otros. Nuestra voz puede exaltarle cuando damos nuestro testimonio y cantamos alabanzas. Nuestro corazón puede exaltarle cuando expresamos en oración nuestro amor por el Cristo redentor. Nuestros oídos pueden exaltarle cuando escuchamos con gratitud sermones que alaban su gracia.
Si conocemos a Jesús podemos ensalzarlo ante los demás en nuestra vida diaria.
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VCG

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