miércoles, 8 de junio de 2011

BELLEZA INTERIOR

El tabernáculo en el desierto era una tienda en la que habitada la gloria de Dios. La estructura estaba hecha de pieles de tejones y era sencilla por fuera. Pero por dentro era exquisitamente hermosa (Éxodo 25-27).

Podemos comparar el tabernáculo con la forma humana de Jesús. Juan dijo: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros...» (Juan 1.14). La palabra habitó significa que Él «armó su tienda con nosotros», la misma palabra que las antiguas versiones griegas del Antiguo Testamento usaban para el tabernáculo.

Jesús parecía un hombre ordinario: «sin atractivo para que le deseemos» (Isaías 53:2). No obstante, Juan vio su gloria, la gloria del mismo Dios. De vez en cuando se abría la puerta de la tienda y él podía vislumbrar la belleza y la majestad interiores de Jesús.

Nosotros también somos tabernáculo, hechos de piel, hechos para contener el Espíritu de Dios. La mayoría de nosotros somos muy sencillos, no como los actores maquillados que vemos en las películas ni las modelos retocadas que vemos en los anuncios. Pero Dios está, incluso ahora en este momento, en el proceso de hacernos radiantemente hermosos por dentro.

Tal vez seamos muy sencillos y ordinarios por fuera, pero a medida que permitamos que el Espíritu de Dios obre dentro de nosotros, la belleza de la presencia de Dios que mora en nosotros brillará desde nuestro rostro.

Entonces, ¿está el mundo viendo a Jesús en ti?

-dhr

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UN CORAZÓN JUSTO ES LA FUENTE DE LA BELLEZA.

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