«...esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.»
Sabrás entonces que yo soy el Señor, y que no quedan avergonzados los que esperan en mí.-...bendito el hombre que confía en mí, que soy el Señor, y que en mí pone su confianza.-Tú guardas en completa paz a quien siempre piensa en ti y pone en ti su confianza. Confien siempre en el Señor, porque él es la Roca eterna.-Sólo en Dios halla tranquilidad mi alma; sólo en él he puesto mi esperanza. Sólo Dios es mi salvación y mi roca; porque él es mi refugio, no resbalaré.-No me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído.
Por eso Dios, queriendo demostrar claramente a los herederos de la promesa que sus propósitos no cambian, les hiszo un juramento, para que por estas dos cosas que no cambian, y en las que Dios no puede mentir, tengamos un sólido consuelo los que buscamos refugio y nos aferramos a la esperanza que se nos ha propuesto. Esta eperanza mantiene nuetra alma firme y segura, como un ancla, y penetra hasta detrás del velo, donde Jesús, nuestro precursor, entró por nosotros y llegó a ser sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
Romanos 5.5; Isaías 49.23; Jeremías 17.7; Isaías 26.3,4; Salmo 62.5, 6; 2 Timoteo 1.12; Hebreos 6.17-20.
Versión: Reina-Valera Contemporánea - 2011
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