«Yo descenderé para hablar contigo, y compartiré con ellos el Espíritu que está sobre ti
para que te ayuden a llevar la carga que te significa este pueblo» - Números 11.17
Las quejas, rebeliones, y la incredulidad permanente, produjeron un desgaste espiritual en la persona de Moisés, llegando a tal punto su desaliento que pudo decir al Señor, derramando su corazón ante su presencia: ¿Por qué me has dado esta carga, esta gran responsabilidad?
Y el espíritu de sabiduría fue repartido en setenta ancianos que compartieron su carga. . .
Pero había alguien más a quien Dios estaba preparando: Josué, fielmente instruido para una vida de fiel servicio a Moisés (Nm 27.18; Dt 34.9). Muchos años de entrega constante permitieron que reposara en él la plenitud de la bendición, la unción de Dios descansaba sobre la vida de un hombre consagrado totalmente a Él.
Fue honrado delante de los ancianos, fue puesto en alto en una celebración pública con el fin de que todos lo respetaran: «Fue lleno del Espíritu de Sabiduría».
A Josué le fueron confiadas cualidades espirituales para guiar al pueblo en una etapa de transición, y poder para enfrentar las poderosas huestes del mal, y los temibles guerreros.
La guía para las estrategias y pasos a seguir, eran obtenidas de su dependencia del Espíritu de Dios, el cual le otorgaba: valor, fe y sabiduría.
Como hijos de nuestro Padre celestial necesitamos ser investidos con carácter de urgencia de esas mismas virtudes, virtudes que nos darán la victoria en la tierra a la que Dios nos ha llamado a conquistar.
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