jueves, 1 de diciembre de 2011

JESÚS ORÓ POR SU IGLESIA

Si Jesús oró por la unidad de su Iglesia, lo menos que podemos hacer es colocarnos en la búsqueda de esa unidad para colaborar en la respuesta que el Padre quiere dar a la oración de su Hijo. Si Jesús ha orado por la unidad de la iglesia teniendo frente a sí la perspectiva de la cruz, comprendamos la importancia que asignó a la misma. ¿Cómo nosotros, que queremos ser seguidores de Jesús, podemos permitir que el pasado o los personalismos de hoy, o nuestras discrepancias, nos paralicen en la búsqueda de la respuesta a la oración de nuestro Señor?

Nuestra unidad, pues, es en el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo; nos incorporamos al movimiento de amor del Padre que envía a su Hijo a la total identificación con el ser humano. En Cristo somos incorporados al anuncio de un reino de justicia, que supera todas las barreras, que libera a todo hombre. Y en el Espíritu Santo somos reprendidos, fortalecidos, consolados, alentados a participar en una misión común. Iglesia unida es la que continúa la solidaridad del Padre con el Hijo y con el Espíritu Santo y lo descubre luchando en toda la creación, superando todas las barreras que frenan la plena manifestación del amor entre las personas.

En esta fe trinitaria y en una praxis que busca expresar la pasión del amor de Dios, descubramos la base de nuestra unidad e iniciemos una nueva etapa en la búsqueda de su concreción en nuestro medio.


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