sábado, 17 de diciembre de 2011

ESCUCHEMOS SIEMPRE LA PALABRA DE DIOS

La literatura sapiencial de las Escrituras está repleta de versículos que hablan sobre la agonía y la brutalidad que resultan de ofender a otros y negarse a perdonar: "Más vale comer pan duro donde hay concordia que hacer banquete donde hay discordia" (Prov. 17.1). Vivir con disputas, señala Salomón, es la torpeza más grande que existe, algo para necios: "Honroso es al hombre evitar la contienda, pero no hay necio que no inicie un pleito" (Prov. 20.3). 
En el fondo del conflicto hay obstinación, una terquedad que marcha sin parar hacia la destrucción mutua: "Más resiste el hermano ofendido que una ciudad amurallada; los litigios son como cerrojos de ciudadela" (Prov. 18.19). Por contraste, el cuadro de la sabiduría y el refinamiento, hablando bíblicamente, es aprender a superar la parte más baja y vil de nosotros, que se ofende fácilmente y exige venganza inmediata: "El buen juicio hace al hombre paciente; su gloria es pasar por alto la ofensa" (Prov. 19.11). 

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