martes, 19 de octubre de 2010

R E C O R D A N D O

«Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios»
Salmo 103.2
Algunos días nos despertamos con dolor en las articulaciones y con el ánimo apagado y nos preguntamos cómo podemos sacudirnos el letargo y llegar al final del día.
He aquí una idea: Al igual que David, trata de elevar tu agradecimiento a Dios. Usa tu mente y tu memoria para volver a encender nuestro agradecimiento por todos los «beneficios» de Dios (Sal 103.2). La gratitud llevará al gozo.
Agradece a Dios por Su perdón. Él «perdona todas tus iniquidades» (v. 3), y « a las profundidades del mar tus pecados» (Mi 7.19).
Agradécele por sanar tus enfermedades (v. 3). Dios usa las dolencias y los desórdenes para atraerte más profundamente a Su amor y cuidado. Y, un día, cuando tu Señor venga por ti, Él sanará todas tus enfermedades.
Agradécele por coronar tu vida «de bondad y compasión» (v. 4).
Agradece a Aquél que satisface tus deseos (v. 5). Él es tu satisfacción. Cada día, Él renueva tus fuerzas y tu vigor. Luego, tu espíritu puede elevarse y alzar vuelo como el águila.
«Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.» (v. 2)
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La gratitud es la memoria de un corazón contento

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