sábado, 16 de octubre de 2010

HACIENDO LO QUE PODEMOS

«Ahora bien, el que planta y el que riega son una misma cosa,
pero cada uno recibirá su propia recompensa»
1 Corintios 3.8
Puede que algunas veces nos desalentemos porque lo que estamos haciendo para el Señor parece no tener éxito. Los niños en la escuela dominical donde enseñamos son inquietos y distraídos. Los vecinos a los que estamos tratando de alcanzar con el evangelio son amablemente indiferentes. Los miembros de nuestra propia familia están lejos del Señor. El mundo que elevamos a Dios en ferviente intercesión se hace cada vez más violento y anticristiano. Todo esto puede resultar en profundo desaliento del alma.
Escucha las palabras de un clérigo salvadoreño quien fue asesinado por su intrépida denuncia contra la violencia y la injusticia. Él escribió: «Plantamos las semillas que un día crecerán. Regamos las semillas ya plantadas, sabiendo que llevan en sí una promesa futura. Echamos los cimientos que necesitarán un mayor desarrollo . . . No podemos hacerlo todo, y hay una sensación de liberación al darnos cuenta de ello.» Esta actitud nos ayuda a hacer cosas pequeñas y a dejar «una oportunidad para que la gracia del Señor entre y haga el resto.»
Eso concuerda con el aliento que nos da el apóstol Pablo a ser fieles en nuestras tareas y a esperar en Dios quien «da el crecimiento» (1 Corintios 3.6-7).
No permitas que el desaliento te haga renunciar. Nuestro trabajo llevará fruto en el propio tiempo de Dios.

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