lunes, 6 de julio de 2009

LOS PELIGROS DE LA PREDICACIÓN

Por John Waddey
Muchos piensan que la predicación es una labor fácil, con pocas demandas, pocos problemas, pocos riesgos y pocos peligros. Tales personas no tienen un entendimiento claro del trabajo y los desafíos que la predicación presenta.
  1. Como tiene que agradar a Dios antes que a los hombres, el predicador se encontrará en peligro constantemente. Si quiere comprometerse para agradar a los hombres, entoncess no será siervo de Jesucristo.Esto hará que muchas veces no quede bien con la comunidad, y en ocasiones tampoco con los miembros de la Iglesia.
  2. Tiene que predicar todo el consejo de Dios(Hechos 20.26-27). Esto quiere decir que a veces predicará mensajes que no todos los de la congregación apreciarán. Dirán que tales lecciones no se necesitan (que en realidad quiere decir que no son populares). Su lealtad a su llamado lo pondrá en peligro de generar la ira de los miembros carnales. Puede hasta perder el puesto de predicador. El apóstol Pablo les dijo a los hermanos: «¡Ahora resulta que, por decirles la verdad, me he hecho enemigo de ustedes!» (Gálatas 4.16 TLA*).
  3. Predicará de temas que se necesitan, aunque no se quieran o aprecien. Ha recibido el mandato: «Tú anuncia el mensaje de Dios en todo momento. Anúncialo, aunque ese momento no parezca ser el mejor. Muéstrale a la gente sus errores, corrígela y anímala; instrúyela con mucha paciencia» (2 Timoteo 4.2 TLA). Ezequiel se encontró en la misma situación: «Dios me dijo: "Quiero que lleves un mensaje para el pueblo de Israel..., a pesar de que hablan tu idioma, son tan necios y rebeldes que te van a ignorar, como me han ignorado a mi"» (Ezequiel 3.4, 7 TLA). Aquí tenemos a un predicador con una tarea muy dura. Pero Dios le dio fortaleza para cumplir su ministerio (Ezequiel 3.8-9).
  4. El predicador tiene que enseñar la palabra de Dios sin hacer acepción de personas. No se puede ser fiel a Cristo y hacer distinción de personas (Santiago 2.1). Si un hombre favorece a una persona por su riqueza, su raza o influencia, el tal es condenado por Dios como transgresor (Santiago 2.9). Muchos hombres de Dios han estado en peligro por no favorecer a aquellos que están en poder.
  5. Por causa del éxito en su labor, muchos sentirán envidia y celos de él. Pablo se encontró con predicadores que «lo hacen sólo por competir conmigo, o porque me envidian..., y sólo quieren crearme más problemas aquí en la cárcel» (Filipenses 1.16-17 TLA). Fue la envidia lo que movió a los judíos a crucificar a Cristo (Mateo 27.18). Cuando un hermano tiene envidia del predicador, puede convertirse en un crítico de su vida y su labor, tratando de encontrarle fallas en todo tiempo. Los errores que comete son amplificados y lo bueno que hagan no se toma en cuenta.
  6. Los hermanos pueden ponerse en contra del predicador, si éste tiene el valor de señalarles sus faltas. Por esto mismo Diótrefes, que amaba el primer lugar, condujo una campaña en contra del apóstol Juan (3 Juan 9-10).
  7. Hay quienes buscan la manera de sacar fuera al predicador al poner en tela de juicio su integridad y honestidad en su trabajo. Pablo se encontró con eso en Corinto. Podemos determinar la naturaleza de los ataques por la manera en que se defendió: «... yo no los engañé por medio de las personas que les envié» (2 Corintios 12.17 TLA). También dijo: «Espero que reconozcan que nosotros sí hemos pasado la prueba» (2 Corintios 13.6). Un predicador se hace vulnerable ante las personas que no tienen escrúpulos, y que logran convencer al resto de la congregación de que algo anda mal con el predicador.
  8. No sería justo concluir este artículo sin mencionar que los premios que el predicador recibe son más grandes que sus tribulaciones. Hay que recordar que Cristo dijo: «Dios los bendecirá a ustedes cuando, por causa mía, la gente los maltrate y diga mentiras contra ustedes. ¡Alégrense! ¡Pónganse contentos! Porque van a recibir un gran premio en el cielo. Así malrataron también a los profetas que vivieron antes que ustedes» (Mateo 5.11-12 TLA). Pablo reconoció bien esta situación: «Estoy seguro de que los sufrimientos por los que ahora pasamos no son nada, si los comparamos con la gloriosa vida que Dios nos dará junto a él» (Romanos 8.18 TLA).

Judas dejó que Satanás entrara en su corazón, y le impulsó a traicionar a Jesús, el Hijo de Dios. Mi oración es que nunca dejemos que el diablo nos use para traicionar a un siervo del Señor que dedica su tiempo a predicar el Evangelio.

-Tomado de "La Voz Eterna", mayo 1981.

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