jueves, 4 de junio de 2009

JESÚS EN EL MONTE DE LA TRANSFIGURACIÓN

Por Luciano Grillo Gutiérrez
El relato que el apóstol Mateo nos hace del hermoso evento de la Transfiguración de Jesús, en compañía de tres de sus discípulos, y que ha servido de inspiración a pintores para hacer cuadros hermosos sobre el tema, encierra una enseñanza espiritual de gran trascendencia para nosotros.
Mateo al narrar este incidente en la vida de Cristo (17.1-8), nos muestra que el Maestro de Galilea y sus discípulos tuvieron alrededor de seis días de preparación, aparentemente después de la Gran Confesión y las enseñanzas dadas en esa ocasión, para que ellos llegasen a ser testigos de la Transfiguración de Cristo.
Esto indica que hubo un esfuerzo grande antes de llegar a este evento glorioso. La transfiguración era para los discípulos; Cristo no la necesitaba, pero ellos sí, y por esto fueron testigos de la misma.
Jesús escudriñaba siempre las Escrituras leyendo acerca de los antiguos profetas, lo cual hizo que Pedro, Jacobo y Juan se interesaran también en dicho estudio.
Después de muchos días que aquellos hombres estarían luchando por descubrir la verdad de los escritos de los profetas, fueron llevados por Jesús a un momento alto, donde al fin encontraron la verdadera revelación de Moisés y Elías. Ellos se encontraron en presencia de la eternidad, la gloria, y los visitantes hacían esto patente. Todo este acontecimiento estaba dispuesto para enseñar verdades espirituales.
Uno de los propósitos de la Transfiguración era fortalecer la fe de estos tres discípulos en la naturaleza divina de la Persona de Cristo, para que resistieran la sacudida de los días sombríos que se acercaban. Era también el gran testimonio culminante desde el cielo, de que Jesús era Aquél en quien todas las profecías del Antiguo Testamento convergían y hallaban su cumplimiento. Allí, mientras Jesús oraba (Lucas 9.29), un fulgor interior cambió su fisonomía. Jesús se estaba manifestando a Sí mismo como el Hijo de Dios, superior a Moisés y a Elías que estuvieron allí como representantes de la Ley los Profetas.
Muchas veces sucede que estamos como enredados en un problema cualquiera, hasta que nos aislamos de la muchedumbre que nos rodea y damos a nuestro caso todo el cuidado que este requiere, y al fin somos iluminados, descubriendo verdades que hasta entonces desconocíamos.
Muchos han sido convertidos de malos en buenos, después de un profundo estudio de la Biblia, la eterna palabra de Dios.
Se interesa uno en conocer alguna verdad religiosa y al fin recibe una revelación espiritual que le pone en aptitud de poder vivir desde entonces en constante comunión con Dios.
Esos creyentes, después de convertidos, viven de manera tan distinta de cómo vivían antes, que sus vidas se vuelven completamente transfiguradas.. ¡Dios premia al que le busca!
Muchos seres humanos han tenido el privilegio de subir al Monte de la Transfiguración, viendo en un momento dado cosas que en muchos días y semanas, les estaban ocultas.
En la actualidad, lo mismo que en los días de Jesús, la gente vive despreocupada de toda<>
Esos seres materialistas, sin más ideales que reunir dinero, continúan en el montón, sin intentar4 descubrir verdad alguna. No así aquellos que imitan a Jesús, se alejan de la muchedumbre, y allá en un lugar aparte, son transformados, resplandeciendo como un sol, como Moisés en el monte Sinaí (Éxodo 34.20).
Si deseamos descubrir grandes verdades y tener una íntima comunión con Dios, vayamos a un lugar aparte, estudiemos las Escrituras, meditemos en ellas y oremos, hasta que seamos henchidos de una visión espiritual, como en el caso de Jesús y sus discípulos.
Necesitamos de estudio y meditación de las Escrituras, y oración para que tengamos el privilegio de una revelación por el estilo de Pedro, Jacobo y Juan en el glorioso evento de la transfiguración de Jesús. Nuestra experiencia tiene que ser renovada cada día. No podemos vivir en la de ayer.

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