viernes, 23 de septiembre de 2011

EL LEGADO DE ERASMO

Durante siglos, a muchos cristianos no se les permitió leer la Palabra de Dios en su propio idioma. En vez de ello, se les alentaba a asistir a servicios religiosos en latín, los cuales muy pocos podían entender.

Luego, en 1516, el erudito holandés Erasmo compiló y publicó el primer Nuevo Testamento en el idioma griego original. Esta obra, que marcó un hito, fue la base para la publicación posterior  de la Biblia en alemán de Lutero, la Biblia en inglés de Tyndale, la Versión en castellano de Casiodoro de Reina y la Versión King James. Estas traducciones hicieron que las Escrituras fueran comprensibles a millones de personas en todo el mundo.

Erasmo no pudo haber imaginado la influencia que tendría su Nuevo Testamento en griego, pero sí tenía pasión por transmitir el mensaje de las Escrituras a los laicos de todas las profesiones y condiciones sociales. En el prefacio escribió: «Habría traducido [los evangelios y las epístolas] a todos los idiomas . . . mi anhelo es que el arador los cante mientras sigue el arado [y] que el tejedor los tararee al compás de su lanzadera».

El profeta Jeremías reflejó esta misma pasión por la Palabra: «Tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón» (15.16).

Tener la Palabra de Dios en nuestro propio lenguaje nos permite experimentar el gozo de meditar en ella cada día.

Apoyemos con denuedo la obra que realizan las Sociedades Bíblicas cuya misión es que la Palabra de Dios se difunda por todo el mundo con el propósito de que muchas almas sean salvas.


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