miércoles, 13 de mayo de 2009

ENTRAD Y POSEED LA TIERRA

Por Luciano Grillo Gutiérrez

«Por Jehová son ordenados los pasos del hombre...» dijo el salmista (Sal.37.23). Comentándolo Muller dijo: «También a veces, son ordenadas sus paradas».

Jehová ordenó a los israelitas una estadía de casi un año al pie del monte Sinaí, en Horeb. El pueblo se sentó a los pies de su Dios para aprender lecciones maravillosas. Empero no iban a quedarse allí para siempre. El apóstol Pedro habló por muchos cuando dijo: «Señor, ¡qué bueno que estemos aquí! (Mat. 17.4 TLA). ¡Cuántos cristianos permanecen en estado de niñez espiritual en lugar de ir hacia adelante a la perfección! Heb. 5.12; 6.1) Al llegar a cierto punto, la única manera de aprender más es poner por obra lo que ya sabemos. De otro modo, nos encontramos con el peligro de siempre, aprender y nunca poder llegar al conocimiento de la verdad. Platón dijo: «El que aprende y aprende, y no practica lo que sabe es como el que ara y nunca siembra».

La voz del Señor viene a nosotros en estos días: «Habéis estado bastante tiempo en este monte... entrad y poseed la tierra» (Deut. 1.6, 8). La tierra prometida no es una teorìa que se debe aprender, es un terreno que se debe apropiar.

"Bastante habéis rodeado este monte" (Deut. 2.3).

Habiendo los israelitas emprendido el viaje otra vez desde Horeb hasta la tierra prometida, su falta de fe los hizo rodear otro monte. Llegaron hasta la misma frontera de la tierra de sus esperanzas, oyeron el informe de sus glorias, gustaron los frutos deliciosos de sus valles, empero, ¡oh, las dificultades! Desmayaron y se quedaron en Cades por muchos días. Dieron rodeos alrededor del monte Seir. Anduvieron, sin adelantar.

Nos confronta el peligro del estancameinto espiritual, del servicio rutinario, a causa de las dificultades encontradas al emprender nuevas maneras de servir al Señor. Hay iglesias que no han dado ni un sólo paso adelante por largo tiempo. Han mantenido las actividades de costumbre, pero siempre con las mismas veinte o treinta personas. Siguen evangelizando a los evangelizados. ¿Nunca se les ocurre la idea de suspender una reunión para irse a las plazas y las calles de su pueblo y traer a los pobres, los mancos, cojos y ciegos a Cristo? (Luc. 14.21). ¿Alguna vez han cancelado todas las reuniones de un domingo para salir juntos como iglesia, hablando personalmente con cada individuo en elcamino, repartiendo folletos, hasta llegar al pueblo vecino? Entonces, una vez en el peublo, visitar de casa en casa, terminando con una reunión en un lugar conveniente, sea en la plaza, o en un salón o garaje ofrecido por un interesado?

Dios habla de este evangelismo rural por medio del profeta Zacarías (8.21): «Vendrán los habitentes de una ciudad a otra y dirán "¡Vamos a implorar el favor de Jehová y a buscar a Jehová de los ejércitos", y se les contestará: "¡Yo también iré!". El mensaje se da al pueblo entero, aunque a veces solamente uno responde. Uno por uno reciben el evangelio y se convierten de los ídolos al Dios viviente y verdadero. El grupo de evangelismo, planenando bien su trabajo, y presentádolo todo a Dios en oración, puede alcanzar a mucha gente en forma efectiva.

Lo acontecido en otros lugares nos debe de servir de adevertencia. Cuando se prohibe toda reunión religiosa en cualquier lugar, y se considera como tal la invitación de cuatro o cinco amigos a la casa para leer las Escrituras y adorar a Dios, entonces la oración privada, el culto familiar y el evangelismo personal alcanzan la importancia que siempre han merecido. Pero, ¿por qué esperar hasta entonces?

Cuando se prohibe el uso del del correo para la correspoondencia que implica la propaganda religiosa, muchos desearán escribir a sus amigos y pareintes acerca de Cristo, anhelárán enviar algunas de las publicaciones de la Iglesia a pueblos que no han podido visitar o evangelizar. Pero, ¿por qué esperar hasta que sea demasiado tarde?

Cuando vengan días en que habrá hambre en la tierra, no hambre de pan, sino de oir la palabra de Dios (Amós 8.11), en que las Biblias se queden en las aduanas por estar prohibida su entrrada al país, entonces vamos a querer con ansiedad poner un Nuevo Testamento o una porción de las Escrituras en manos de unn amigo o un familiar. Pero, ¿por qué no hacerlo ahora? ¿Por qué no tabajar en cada iglesia, en cada pueblo, de tal modo que no quede persona que sepa leer sin un ejemplar de las Escrituras?

"Bastante habéis rodeado este monte" "Subid y poseed la tierra". Hay suficientes creyentes cristianos en cada pueblo los que, llenos del Espórotu Santo, podrían alcanzar a toda criatura por medio del evangelismo personal, teniendo por sencilla meta dejar en cada pueblo uno o más hogares donde se celebren cultos cada semana.

"Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite" (Heb. 6 y.3).

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