lunes, 11 de enero de 2010

COMO PAPEL ARRUGADO

Mi carácter impulsivo, cuando era niño me hacía reventar en cólera a la menor provocación, la mayoría de las veces después de uno de esos incidentes, me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.
Un día mi maestro, que me vio dando excusas después de una explosión de ira, me llevó al salón y me entregó una hoja de papel lisa y me dijo: ¡Estrújala! Asombrado obedecí e hice una bolita.
Ahora -volvió a decirme- déjala como estaba antes. Por supuesto que no pude dejarla como había estado, por más que traté el papel quedó lleno de pliegues y arrugas.
El corazón de las personas, me dijo, es como ese papel . . . La impresión que en ello dejas, será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues.
Así aprendí a ser más comprensivo y paciente. Cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado.
La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar . . . Más cuando lastimamos con nuestras reacciones o con nuestras palabras . . . Luego queremos enmendar el error pero ya es tarde . . . Alguien dijo alguna vez: «Habla cuando tus palabras sean tan suaves como el silencio.»
Por un impulso no nos controlamos y sin pensar arrojamos en la cara del otro palabras llenas de odio o rencor y luego cuando pensamos en ello nos arrepentimos. Pero no podemos dar marcha atrás, no podemos borrar lo que quedó grabado en el otro.
Muchas personas dicen: Aunque le duela se lo voy a decir . . ., La verdad siempre duele . . ., No le gustó porque le dije la verdad . . ., etcétera. Si sabemos que algo va a doler , a lastimar, si por un instante imaginamos cómo podríamos sentirnos nosotros si alguien nos hablara o actuara así . . . ¿lo haríamos?
Otras personas dicen ser frontales y de esa forma se justifican al lastimar: Se lo dije al fin . . ., para qué le voy a mentir . . ., yo siempre digo la verdad aunque duela.
«Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada.» Proverbios 12.18a.
Qué distinto sería todo si pensáramos antes de actuar, si frente a nosotros estuviéramos sólo nosotros y todo lo que sale de nosotros lo recibiéramos nosotros mismos. Entonces sí nos esforzaríamos por dar lo mejor y por analizar la calidad de lo que vamos a entregar.
Aprendamos a ser compasivos y pacientes. Pensemos antes de hablar y de actuar.
-Anónimo
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