Todo acto de amor hecho en el nombre del Señor tiene consecuencias eternas. Todo lugar, por pequeño que sea, es terreno santo.
El apóstol Pablo desafió a los colosenses: "... todo lo que hagan o digan, háganlo como verdaderos seguidores del Señor Jesucristo" y "... háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor Jesucristo y no a la gente. Porque ya saben que Dios les dará, en recompensa, parte de la herencia que ha prometido a su pueblo. Recuerden que sirven a Cristo" (Colosenses 3.17, 23-24 TLA). Dios lo ve todo y se deleita en nuestro servicio.
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