jueves, 27 de enero de 2011

LA NUBE Y EL ESPÍRITU

Tal como la nube permaneció con Israel en el desierto, así Jesús prometió que el Padre enviaría al Espíritu, quien «estaría» con los creyentes para siempre (Juan 14.16). ¡Piensa en ello! Dios mismo mora en nuestros corazones. Los que conocemos a Jesucristo como Salvador y Señor somos templos de Su Espíritu (1 Corintios 6.19).
Cuando somos guiados por el Espíritu, nuestras vidas se caracterizarán por el amor, el gozo, la paz, y el dominio propio (Gálatas 5.16, 22-23). Seremos testigos efectivos de Cristo cuando viajamos por el desierto de este mundo.
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Así como la nube fue un regalo de gracia a los israelitas, el Espíritu Santo
es un regalo al hijo confiado de Dios.
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