jueves, 27 de noviembre de 2014

PARA REFLEXIONAR

"Se ha dicho que si alguien desea ser obispo tiene una aspiración noble. Es cierto. Sin embargo, es necesario que tal persona viva irreprochablemente: ha de tener una sola esposa y debe ser moderado, juicioso y respetable; ha de estar siempre dispuesto a hospedar gente en su casa; debe saber enseñar; no debe ser borracho ni pendenciero, sino amable, bondadoso y sin inclinación al dinero; debe gobernar bien su familia y hacer que sus hijos le obedezcan con el debido respeto, porque no puede cuidar la iglesia quien no puede gobernar su propia familia.
 
El obispo no puede ser un recién convertido, ya que corre el riesgo de enorgullecerse y caer en la misma condenación  en que cayó el diablo; debe tener buena reputación entre los que no son de la iglesia, para que no pase vergüenzas ante ellos ni caiga en una trampa del diablo.
 
Los diáconos, de igual manera, deben ser personas respetables y veraces; no han de ser dados a la bebida ni a los negocios sucios; deben guardar, con conciencia limpia, las grandes verdades de la fe.
 
Primero deben ser puestos a prueba, y después, si no hay nada malo de qué acusarlos, que sirvan como diáconos." 1 Timoteo 3.1-10, Nueva Biblia al Día.

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