El apóstol Pablo nunca atribuyó el mérito del crecimiento de su ministerio ni así mismo ni a otros, sino que se lo concedió a Dios: «Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios» (1 Corintios 3.6).
Dios hace crecer a su iglesia incluso en circunstancias difíciles. Lo único que debemos hacer nosotros es permanecer fieles y dejar los resultados en manos de Él.
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