domingo, 31 de octubre de 2010

HUELLAS DEL CORAZON

Dejamos huellas dactilares en los frascos, en los vasos, en las paredes, o en los teclados. Ya que las huellas dactilares de cada persona son únicas, dejamos nuestra identidad sobre todo lo que tocamos. Algunos supermercados Comprobar ortografíaestán incluso probando una tecnología que permite que los clientes paguen identificandose con sus huellas dactilares. La huella única de cada cliente y su número de cuenta bancaria se guardan en un archivo para que lo único que se necesite para pagar una cuenta sea una lectura del dedo.
Una mujer en la iglesia primitiva dejo otro tipo de huella / una «huella del corazón» Dorcas toco las vidas de muchas personas por medio de su don único de coser y regalar prendas. Se la describe como rica en obras buenas y de caridad» (Hechos 9.36). Nosotros también hemos de ser «celosos de buenas obras» (Tito 2.14). Cada uno de nosotros tiene una huella del corazón única que puede tocar a otra persona.
Un autor anónimo escribió esta oración acerca de alentar a los demás: «Oh Dios, donde quiera que vaya hoy, !ayudame a dejar huellas del corazón! Huellas del corazón de compasión, comprension, y de amor. Huellas del corazón de amabilidad y autentica preocupación. Que mi corazón toque a algún vecino solitario, a alguna hija que ha huido de casa, a alguna madre angustiada, o incluso, a algún abuelo anciano. Envíame hoy a dejar huellas del corazón. Y si alguien dice, 'Sentí que me tocaste,' que sienta el toque de Tu amor a través de mi.»
?Harás de esta tu oración hoy?

LO QUE HACEMOS TIENE EFECTOS

Todo lo que hacemos tiene efectos sobre los otros miembros del Cuerpo de Cristo. No es indiferente cómo nos comportamos como creyentes. La conducta de cada miembro del pueblo celestial contribuye a la bendición o, al contrario a la desgracia del conjunto. Además, esa conducta o es para la gloria, o para la deshonra de nuestro Señor.

Lo que hace

EL MONOLOGO INTERNO

El monologo interno es la suma de nuestros pensamientos. Dice Proverbios 23.7 «. . . así como es nuestro pensamiento, tal cual es nuestro corazón. . .» Somos la suma de lo que pensamos, y el monologo interno lo abarca todo, que pensamos acerca de la gente, del presente, del pasado, del futuro. . . va con nosotros a todos lados, se va de vacaciones, esta cuando dormimos y se sienta en la banca del templo.

PARA RECORDAR

Un viejo proverbio chino dice: «No señales la mancha de otro con un dedo sucio»

domingo, 24 de octubre de 2010

LOS ÚLTIMOS PECADOS QUE FALTAN

El apóstol Pablo dijo que tenemos que limpiarnos «de toda inmundicia de la carne y del espíritu» (2 Cor. 7.1). Aun cuando puede que a las personas a nuestro alrededor les parezca que estamos viviendo una vida limpia y moral, puede que en nuestro espíritu estemos albergando una actitud que le desagrade al Señor. Debido a que los pecados del espíritu no se ven, y están escondidos en el corazón, tendemos a ignorarlos hasta que nos llevan a algún comportamiento externo que revela su presencia.
La vida del rey David ilustra estos dos aspectos del pecado. Su deseo por Betsabé lo llevó al adulterio y al asesinato (2 Sam. 11-12; Sal. 32.5), y trajo gran dolor a su propia vida y oprobio a la nación de Israel. Luego, al final de su vida, sucumbió a la provocación de Satanás a hacer un censo (1 Cr. 21.1-6). Este acto, aparentemente inocente, desagradó a Dios (vv. 7-8) porque David estaba enorgulleciéndose de su poderío militar. Aparentemente se desvió sutilmente de una total dependencia de Dios, quien milagrosamente lo había librado, a confiar en su propio poder y fuerza.
Por fuera, puede que les parezca a los demás que estamos ganando la batalla contra el pecado. Pero debemos mantenernos alerta a los pecados del espíritu, especialmente el orgullo. Estos pueden hacernos tropezar y caer, incluso al final del andar de la vida.

LOS DOS LOBOS

Un niño llegó furioso donde su abuelo porque un amigo le había hecho una injusticia. El abuelo le dijo: «Déjame contarte una historia: Yo he sentido un gran odio por lo que me han hecho otros, sin tener ninguna tristeza por lo que hacen. Pero el odio te trae abajo, y no hace nada de daño a tu enemigo. He batallado con estos sentimientos muchas veces».
El abuelo continuó diciendo: «Es que hay dos lobos viviendo dentro de mí: uno es bueno y no hace ningún daño. Vive en armonía con todos los que le rodean y no se ofende cuando la intención de otro es ofenderle. Sólo peleará cuando es correcto hacerlo, y lo hará de la manera correcta. Pero el otro lobo, ¡ah!, está lleno de ira. La cosa más insignificante lo llevará a un terrible enojo. Pelea con todos, todo el tiempo, y por ninguna razón. No puede pensar, porque su ira y su odio son tan grandes. Es ira impotente, porque su ira no puede cambiar nada. A veces es difícil vivir con estos dos lobos que están dentro de mí, porque los dos tratan de dominar mi espíritu».
El niño miró fijamente a los ojos de su abuelo, y le preguntó: «¿Cuál de ellos gana, abuelo?»
El abuelo sonrió y dijo quietamente: «El que alimento».
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-Tomado y traducido de Brosia.com
¿A cuál alimentas tu?
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martes, 19 de octubre de 2010

R E C O R D A N D O

Algunos días nos despertamos con dolor en las articulaciones y con el ánimo apagado y nos preguntamos cómo podemos sacudirnos del letargo y llegar al fin del día.
He aquí una idea: Al igual que David, trata de elevar tu agrdecimiento a Dios. Usa tu mente y tu memoria para volver a encender nuestro agradecimiento por todos los «beneficios» de Dios (Sal 103.2). La gratitud llevará al gozo.
Agradece a Dios por Su perdón. Él «perdona todas tus iniquidades» (v. 3), y «(ha arrojado) a las profundidades del mar todos tus pecados » (Mi 7.19).
Agreadécele por sanar tus enfermedades (v. 3). Dios usa las dolencias y los desórdenes para atraerte más profundamente a Su amor y cuidado. Y, un día, cuando tu Señor venga por ti, Él sanará todas tus enfermedades.
Agradécele por coronar tu vida «de bondad y compasión» (v. 4).
Agradece a Aquél que satisface tus deseos (v. 5). Él es tu satisfacción. Cada día, Él renueva tus fuerzas y tu vigor. Luego, tu espíritu puede elevarse y alzar vuelo como el águila.
«Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.» (v. 2).

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La gratitud es la memoria de un corazón contento.
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R E C O R D A N D O

«Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios»
Salmo 103.2
Algunos días nos despertamos con dolor en las articulaciones y con el ánimo apagado y nos preguntamos cómo podemos sacudirnos el letargo y llegar al final del día.
He aquí una idea: Al igual que David, trata de elevar tu agradecimiento a Dios. Usa tu mente y tu memoria para volver a encender nuestro agradecimiento por todos los «beneficios» de Dios (Sal 103.2). La gratitud llevará al gozo.
Agradece a Dios por Su perdón. Él «perdona todas tus iniquidades» (v. 3), y « a las profundidades del mar tus pecados» (Mi 7.19).
Agradécele por sanar tus enfermedades (v. 3). Dios usa las dolencias y los desórdenes para atraerte más profundamente a Su amor y cuidado. Y, un día, cuando tu Señor venga por ti, Él sanará todas tus enfermedades.
Agradécele por coronar tu vida «de bondad y compasión» (v. 4).
Agradece a Aquél que satisface tus deseos (v. 5). Él es tu satisfacción. Cada día, Él renueva tus fuerzas y tu vigor. Luego, tu espíritu puede elevarse y alzar vuelo como el águila.
«Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.» (v. 2)
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La gratitud es la memoria de un corazón contento

sábado, 16 de octubre de 2010

HACIENDO LO QUE PODEMOS

«Ahora bien, el que planta y el que riega son una misma cosa,
pero cada uno recibirá su propia recompensa»
1 Corintios 3.8
Puede que algunas veces nos desalentemos porque lo que estamos haciendo para el Señor parece no tener éxito. Los niños en la escuela dominical donde enseñamos son inquietos y distraídos. Los vecinos a los que estamos tratando de alcanzar con el evangelio son amablemente indiferentes. Los miembros de nuestra propia familia están lejos del Señor. El mundo que elevamos a Dios en ferviente intercesión se hace cada vez más violento y anticristiano. Todo esto puede resultar en profundo desaliento del alma.
Escucha las palabras de un clérigo salvadoreño quien fue asesinado por su intrépida denuncia contra la violencia y la injusticia. Él escribió: «Plantamos las semillas que un día crecerán. Regamos las semillas ya plantadas, sabiendo que llevan en sí una promesa futura. Echamos los cimientos que necesitarán un mayor desarrollo . . . No podemos hacerlo todo, y hay una sensación de liberación al darnos cuenta de ello.» Esta actitud nos ayuda a hacer cosas pequeñas y a dejar «una oportunidad para que la gracia del Señor entre y haga el resto.»
Eso concuerda con el aliento que nos da el apóstol Pablo a ser fieles en nuestras tareas y a esperar en Dios quien «da el crecimiento» (1 Corintios 3.6-7).
No permitas que el desaliento te haga renunciar. Nuestro trabajo llevará fruto en el propio tiempo de Dios.

HUMILDAD Y MANSEDUMBRE

Muy a menudo en la vida, parece que las palabras humildad y mansedumbre no se aceptan. En vez de ello, las palabras orgullo y dureza marcan la manera en el que se mide el éxito.
Siempre debemos acordarnos de ser humildes y mansos en todo lo que hagamos. Debemos reflejar las características de una vida a la imagen de Cristo.

LAS MEDICIONES

Las mediciones pueden ser indicadores de crecimiento. Y es una buena idea medir nuestro crecimiento espiritual. Por ejemplo: ¿Paso tiempo leyendo la Palabra de Dios y hablando con Él cada día? ¿Espero tener comunión con el Señor? ¿Qué «fruto del Espíritu» es evidente en mi vida? ¿Hablo acerca de Jesús con personas que no lo conocen? ¿Cómo estoy usando mi don o dones espirituales? ¿Tengo un espíritu generoso y dadivoso? ¿Cuánto mejor conozco a Dios hoy de cómo lo conocía hace un año? Estas preguntas son buenos indicadores de crecimiento espiritual.
Un niño parece crecer de repente, pero de hecho es un proceso continuo. Así como Jesús crecía tanto en sabiduría como en estatura, como creyentes, hemos de continuar «creciendo en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 Pedro 3.18). Ya no hemos de ser niños sino «crecer en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo» (Efesios 4.14-15). ¿Te has medido últimamente?

EL FACTOR EMPATÍA

La empatía es una emoción fuerte. Nos puede impulsar a acompañar a aquéllos que se encuentran en situaciones de dolor, tristeza, enfermedad, etcétera. Puede hacer que sintamos afecto de una manera más profunda por aquéllos con quienes compartimos una preocupación o una dificultad.
El ejemplo más importante de la empatía es el Señor mismo. Él se hizo uno de nosotros (Juan 1.14). Porque lo hizo, entiende nuestras luchas y debilidades (Hebreos 4.15). Jesús sabe por lo que estamos pasando, por cuanto Él mismo soportó esta vida. Al recibir Su gracia en nuestro tiempo de necesidad, tenemos una mayor capacidad para acompañar a los demás.

sábado, 9 de octubre de 2010

LA IGLESIA Y SUS OFICIALES (1 TIMOTOE 3.1-9)

1 Timoteo 3.6 - «..., no un neófito, no sea que envaneciéndose...» Encargar a un recién convertido de ejercer una función de liderazgo equivale a tentarlo para caer en el orgullo. Por esa razón, los líderes deben salir de entre los miembros con madurez espiritual en la congregación.
«... caiga en la condenación del diablo» La condenación del diablo consistió en el orgullo con respecto a la posición que se le asignó. Esto resultó en su caída y la pérdida de su honor y autoridad (Is 14.12-14, Ez 28.11-19; cp Pr 16.18) La misma clase de caída y juicio podrá suceder con facilidad a un creyente nuevo y débil que sea colocado en una posición de liderazgo espiritual.
1 Tim 5.22 - «No impongas con ligereza las manos a ninguno...» La ceremonia que afirmaba la disponibilidad y aceptación de un hombre para el ministerio público como anciano, pastor o supervisor. Esto procedía de la práctica del Antiguo Testamento de imponer las manos sobre un animal que iba a ser sacrificado con el fin de identificarse con él (Ex 29.1o, 15, 19; Lv 4.15; cp Nm 8.10; 27.18-23; Dt 34.9; Mt 19.15; Hch 8.17, 18; 9.17; He 6.2). «con ligereza» se refiere a proceder con esta ceremonia sin haber hecho una investigación juiciosa, ni pasar por un período de preparación para asegurarse de las calificaciones del candidato (como en 3.1-7).

LA PAJA EN EL OJO AJENO

Con mucha facilidad observamos errores en los demás. Somos profesionales en detectar defectos ajenos, alumnos aventajados en la labor de ver arrugas y manchas desplegadas en los atavíos de otros. En cambio, carecemos de pericia para detectar virtudes, esparcir halagos o mostrar admiración ante un atributo que merece nuestra aprobación.
Si dedicásemos un poco de nuestro tiempo a destapar el frasco que contiene el aroma de la objetividad, quizá pudiésemos exhalar la grata fragancia que desprende el prójimo.
Si tan sólo nos arriesgásemos a mirar los corazones de las personas que nos rodean, puede que las virtudes que pasan desapercibidas nos saliesen al paso, asombrándonos con un ramalazo de humildad.
Procedemos a censurar con indulgencia imitando el comportamiento fariseo; y así creernos más sabios, más justos, mas...
Y cuanto más crece nuestro afán por mirar las faltas de otros, mucho más se empequeñece nuestro corazón.
¿Quiénes somos para emitir juicio contra nadie? Aún sabiendo que no estamos autorizados a hacerlo encontramos implícitas razones para juzgar, zarandeando con palabras o acciones a quienes, a nuestro parecer, son merecedores de tales sacudidas.
Observemos la cantera de la cual fuimos rescatados, el hueco inmenso que allí quedó. Si actuamos justamente veremos que la piedra que sostenemos en nuestra mano lista para ser lanzada, ha de caer a nuestros pies reconociendo su derrota y asimilando que es mucho más sensato servir para edificar que para condenar.

ERA UNA FALSIFICACIÓN

«El Señor no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos,
pero el Señor mira el corazón» 1 Samuel 16.7
«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» Mateo 7.21
Desde hacía años un lienzo colgaba en el comedor. Era atribuido al pintor Rubens. Cuando llegó la guerra se decidió vender el cuadro. Un especialista, invitado para estimar su valor, lo estudió cuidadosamente y meneó la cabeza, diciendo: -Ustedes no podrán sacar gran cosa de esto. ¡Es una copia! Durante mucho tiempo los dueños se habían dejado engañar, pero el ojo del experto no se equivocó y percibió la falsificación.
Uno encuentra muchas personas, que dicen ser cristianas y pasan por tales a los ojos de los demás. La verdadera pregunta que debemos formularnos es si realmente son de Cristo o si sólo tienen la apariencia de serlo. Se puede vivir de una manera honesta, tener una buena moralidad, congregarse de vez en cuando, pero si uno no ha confesado su culpabilidad ante Dios ni ha aceptado la salvación que él ofrece por medio de la fe en su Hijo muerto en la cruz, entonces es un falso cristiano.
Uno puede engañarse, pero hay un experto que no se equivoca y conoce totalmente los corazones. Llegará el día en que el veredicto se pronunciará de manera definitiva. Entonces aquellos que son verdaderamente de Cristo serán admitidos en la felicidad de su presencia eterna, y los demás no hallarán lugar en ella.

LA GRATITUD

«Un hombre o mujer agradecidos son una corriente de aire fresco en un mundo contaminado por la amargura»

miércoles, 6 de octubre de 2010

DISFRUTARÉ DE ESTE DÍA

«Hagamos fiesta en este día, porque en día como este Dios actuó en nuestro favor»
Salmo 118.24 - TLA*
Cada vez que sale el sol para algunos es el inicio de una tortura y para otros la puerta de una nueva experiencia. ¿Dónde me encuentro en este día? Para ver torturas solo tengo que mirar a mi alrededor y encontraré suficientes motivos para llorar y angustiarme.
Para ver una puerta de oportunidades solo tengo que mirar más allá de lo que me rodea y entonces veré la dirección de Dios y que todo lo que Él hace, incluyendo este día, es bueno y agradable delante de sus ojos.
Para poder disfrutar de lo bueno que traerá este día como regalo de Dios, necesito primero ser agradecido por todas las bendiciones de ayer.
Si el ayer fue muy oscuro, sin embargo en medio de la oscuridad, sin lugar a dudas pude contemplar algunas estrellas brillantes en medio de la oscuridad.
Este es el día el cual el Señor ha hecho y todo lo que Dios hace es bueno en gran manera. El libro de Génesis me lo recuerda cuando en los capítulos 1 y 2 encuentro que cada vez que el Señor hacía algo, la declaración concluyente de la palabra es: «Vio Dios que era bueno en gran manera»
Pues este día es bueno en gran manera. Hecho por Dios para bendición de sus hijos y manifestación de su amor y cuidado. El mañana está en sus manos. Con este conocimiento, hoy descanso en el Señor.
Hoy quiero recordar su poder y su presencia. Hoy quiero vivir victoriosamente, cada minuto, cada hora, cada momento con la consciencia clara de su magna presencia cerca de mi.
Este es el día el cual ha hecho el Señor. Este es el día en el que el Señor ha actuado, estemos contentos y felices en Él. Estar contentos y felices es un requisito para disfrutar este día. El consentimiento viene del Señor para fortalecer nuestra vida. Porque el gozo del Señor es mi fortaleza.Señor... dame hoy sabiduría para vivir con un corazón agradecido. Hoy quiero vivir este día como algo bueno y agradable que has hecho para mi
Quiero hoy regocijarme en todas las oportunidades que me presentas. Nada ni nadie me podrá separar hoy de ti.
Jamás quiero contemplar sólo lo oscuro de este día e ignorar los bellos atardeceres. Hoy quiero estar contento y feliz, porque me amas y me das bendiciones como el regalo de este nuevo día. Cuando espero y descanso en ti, entonces el gozo que viene de tu trono inunda mi existencia. Amén.
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Dr. Serafín Contreras Galeano
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domingo, 3 de octubre de 2010

LA IMPORTANCIA DE LA CIUDADANÍA

"..., nosotros somos ciudadanos del cielo..., (Filipenses 3.20 - DHH).
Poco antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Mussolini, el dictador italiano, dio una orden según la cual los italianos ya no podrían emigrar a América.
En esa época dos hombres oriundos de Italia que vivían desde hacía mucho tiempo en los Estados Unidos se hallaban en su patria. Uno de ellos era un importante banquero que hablaba un inglés impecable y tenía importantes relaciones comerciales. El otro era un agricultor que tenía dificultades para expresarse en inglés.
Después del decreto de Mussolini, ambos se esforzaron por volver rápidamente a América, pero sólo uno obtuvo el permiso. Curiosamente y a pesar de las apariencias, fue el agricultor.
El campesino había adquirido la ciudadanía americana, por eso el decreto del dictador no lo afectaba. El banquero, en cambio, había permanecido con la nacionalidad italiana y tuvo que quedarse en Italia. Sus protestas, sus riquezas, sus conocimientos del idioma y sus negocios no pudieron cambiar nada.
Algo parecido ocurre con la pregunta de cómo se puede entrar en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, es decir, en el cielo. Se puede llevar exteriormente una vida cristiana y tener buenas relaciones con los creyentes, quizás estar familiarizado con el lenguaje de la Escritura, pero todo esto no da derecho al cielo. La ciudadanía de los cielos sólo se puede obtener por la fe en Jesucristo y en su obra expiatoria.
"..., ustedes ya no son extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios,..." (Efesios 2.19 - RVC).
-La Buena Semilla

LA IMPORTANCIA DE LA CIUDADANÍA

"..., nosotros somos ciudadanos del cielo,..." Filipenses 3.20 DHH
Poco antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Mussolini, el dictador italiano, dio una orden según la cual los italianos ya no podrían emigrar a América.
En esa época dos hombres oriundos de Italia que vivían desde hacía mucho tiempo en los Estados Unidos se hallaban en su patria. Uno de ellos era un importante banquero que hablaba un inglés impecable y tenía importantes relaciones comerciales. El otro era un agricultor que tenía dificultades para expresarse en inglés.
Después del decreto de Mussolini, ambos se esforzaron por volver rápidamente a América, pero sólo uno obtuvo el permiso. Curiosamente y a pesar de las apariencias, fue el agricultor.
El campesino había adquirido la ciudadanía americana, por eso el decreto del dictador no lo afectaba. El banquero, en cambio, había permanecido con la nacionalidad italiana y tuvo que quedarse en Italia. Sus protestas, sus riquezas, sus conocimientos del idioma y sus negocios no pudieron cambiar nada.
Algo parecido ocurre con la pregunta de cómo se puede entrar en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, es decir, en el cielo. Se puede llevar exteriormente una vida cristiana y tener buenas relaciones con los creyentes, quizás estar familiarizado con el lenguaje de la Escritura, pero todo esto no da derecho al cielo. La ciudadanía de los cielos sólo se puede obtener por la fe en Jesucristo y en su obra expiatoria.
"..., ustedes ya no son extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios,..." (Efesios 2.19 - RVC)
-La Buena Semilla

¿CUÁNDO TRIUNFA EL MAL?

El mal triunfa cuando los hombres buenos no hacen nada.

LA VALÍA DE UNA PERSONA

La valía de una persona no está en lo que hace, sino en por qué lo hace.

LA DUDA

Una duda mata más que cien verdades.

PARA MEDITAR

La mentira dura mientras la verdad llega

FRASE CÉLEBRE

En una gran alma todo es grande.

-Pascal

sábado, 2 de octubre de 2010

¿CÓMO SE AYUDA AL PRÓJIMO?

Para ayudar al prójimo no se necesitan seres celestiales, sino personas de carne y hueso.

LA ORACIÓN DE LA IGLESIA

La oración de la iglesia es como una muralla de protección que no permite que el mal seduzca al siervo que la dirige.

PARA REFLEXIONAR

La extrema fragilidad del ser humano, es la que más ilumina la extraordinaria grandeza del poder de Dios.

viernes, 1 de octubre de 2010

AMOR A NUESTRO PRÓJIMO

Nuestro prójimo es la persona que más nos necesita. Puede ser un compañero de trabajo o de estudio, un empleado, un pariente, un amigo, o un individuo arrojado en nuestro camino al parecer casualmente, pero en realidad por la Providencia. La próxima persona que te necesite es tu prójimo.
Debe recordarse que, como enseña la parábola, nuestro prójimo no necesariamente nos resulta atractivo, y puede ser alguien contra quien tenemos un sentimiento de antipatía. Es fácil que nos guste la gente que nos resulta naturalmente simpática o agradable, pero ese amor de ninguna manera es el supremo amor divino. Aun siendo enemigos, Cristo murió por nosotros; Dios nos ama, no porque seamos buenos, sino para hacernos buenos.
A fin de estimular este amor en nuestros corazones hacia tales personas, resulta conveniente comenzar por la mente y las fuerzas antes que por el corazón. No podemos comandar nuestras emociones, pero podemos encaminar la energías de nuestra fuerza. Suponiendo que haya en tu casa algún familiar anciano, aquejado de reumatismo, proclive a la queja, lamentándose ante la más mínima interrupción de su entorno de comodidad, es posible que te sea muy difícil amarle en tu corazón, al menos al principio. En cambio, puedes amarle con tus fuerzas ministrándole, llevándolo en tus brazos al subir y bajar escaleras, haciendo alguna diligencia por él; puedes amarle con tu mente, pensando, planificando, y desarrollando mecanismos que ayuden a su comodidad, y pequeños alivios a su tedio; llegarás a amarle con tu alma, aprendiendo cualidades en su carácter que hasta entonces habían escapado a tu atención; y finalmente llegarás a amarle con tu corazón, y cuando al fin su cuerpo sufriente vuelva a la madre tierra, te detendrás ante su tumba derramando copiosas y genuinas lágrimas.
Es simplemente maravilloso cómo la compasión conduce a un efecto verdadero, y cómo llegamos a amar a personas a quienes tratamos con amabilidad y generosidad. Ama con tus fuerzas, y llegarás a amar de corazón.
-La pura intención del alma
-F. B. Meyer

PARA REFEXIONAR

La gente con quienes compartimos nuestras actividades cotidianas deberían, al igual que los religiosos que examinaron a Pedro y a Juan, sentirse motivadas a maravillarse y reconocer que hemos estado con Jesús.

PARA REFLEXIÓN

La belleza de vidas profundamente restauradas es, después de todo, la marca que nos distingue como pueblo de Dios.

-Christopher Shaw